Cómo ser un Buen Directivo
Que bien nos sentimos cuando entramos a formar parte de una organización y comenzamos a escalar peldaños dentro de la estructura jerárquica de la misma. Conocemos historias de personas cuyo comienzo en alguna empresa ha sido de ayudante, mensajero, pasante, secretaria, administrador, contador incluso vigilante y han logrado poco a poco y a través de los años, con esfuerzo, preparación y determinación, desempeñar cargos importantes dentro de la directiva y en no pocos casos, terminan siendo accionistas y hasta dueños de la firma. Claro que también existen quienes, desde la entrada, son parte de la directiva o alta gerencia sin necesidad de escalar puestos, pero esos son otros casos y circunstancias.
Tomando en cuenta los casos comunes, la gente comienza a ascender un puesto a la vez. Esto lo llena de gran satisfacción al momento que alcanza un nivel superior y, por ende, mayores y mejores beneficios. Ahora bien, por lo general, en este camino, se llega a un “techo” en donde ya no es posible ascender más. Quizás podamos ser Gerente General, Vicepresidente e incluso Presidente. ¿Pero luego de allí qué? Luego de allí no hay nada más. Solo el retiro, bien sea por años de servicio o por voluntad propia que encierra múltiples causas que van desde problemas de salud, hasta aceptar la oferta de otra empresa que ofrezca beneficios más atractivos. Suelen ocurrir retiros por despido, que no necesariamente se produzcan por mala gestión, sino también por diferencias laborales con los dueños de la empresa, miembros de la directiva o por cometer errores involuntarios que causaron daños y se deba mantener la disciplina aún a costa de desprenderse de un personal valioso. Incluso puede darse la circunstancia de muerte.
Bien, lo que se trata de definir aquí, es como llegar a la conclusión de si alguna persona fue un buen directivo durante el tiempo que duró en su gestión. Por supuesto que la primera opinión sería la medición por los resultados que se observaron mientras formó parte de la empresa. Y es así, ese es un muy buen termómetro. Pero solo muestra el 50% de la evaluación. El otro 50% se mide por otros parámetros que surgen después de su paso por la firma, como serían: ¿Causó algún desbalance (de cualquier tipo) el retiro de esta persona en el normal desempeño de las labores de la empresa? ¿Dejó de funcionar bien algún departamento o proceso? ¿le fué indiferente al personal que permanece, el hecho de que esta persona ya no esté? ¿Existe la necesidad de buscar a este ex directivo para que realice algunas tareas eventuales? ¿Se le dificulta a quien lo sustituye en el cargo (si está preparado para ello) el tomar la rienda del mismo por no encontrar información documentada de que se hacía y como se hacían las cosas en el departamento correspondiente?
Un buen directivo delega, enseña, asesora, documenta, transfiere conocimientos, informa, se gana el respeto de los demás, se identifica y se compromete con la empresa, se preocupa por el hecho de quienes estén a su cargo se preparen de manera constante profesionalmente y mejoren cada día su desempeño y, sobre todo, se preocupa y prepara esa parte de la empresa que el controla para que pueda funcionar con total normalidad cuando ya no esté, por la causa que sea, aun de forma súbita. Acondiciona el terreno constantemente para que cuando deba ser sustituido, quien venga detrás de él a ocupar el cargo, sea a corto o largo plazo e incluso cuando no esté planteada esa posibilidad, pueda tener a la mano todo lo necesario para sustituirlo en su gestión sin que haya traumas laborales. Así se mide el otro 50% de su éxito como ejecutivo directivo.
Muchas veces se escucha decir, “Era un jefe excelente. Pero se retiró y la empresa se vino al suelo, él era quien la hacía productiva”. En estos casos y contrario a lo que muchos puedan pensar, este es uno de los peores ejemplos de gerencia o ejercicio de directiva. Si una empresa sufre en su operatividad o finanzas porque alguien falta, ese alguien seguramente no lo estaba haciendo bien. Por supuesto, podría ocurrir que su reemplazo no esté en capacidad de asumir, y en ese caso todo debe funcionar como una maquinaria bien acoplada y engrasada, habiendo sido diseñada por el buen directivo que ya no está, y los demás miembros del equipo deben comunicar a los integrantes de la directiva que el nuevo engranaje no funciona como debe ser.
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